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07 marzo 2007

Hay urgencia en desatar el proceso enajenador de bienes nacionales

Luis Linares Zapata

El pulso privatizador de Calderón
Las ansias privatizadoras de la administración federal en turno sólo se comparan con su entusiasmo entreguista a duras penas contenido. Siendo ya decrecientes los rendimientos en imagen que la cruzada de seguridad aporta, a Calderón se le cuecen las habas por cumplirle tanto a sus patrocinadores como al clan ideológico que lo acompaña. Hay urgencia en desatar el proceso enajenador de bienes nacionales y la derecha oficial cuenta con dos personajes de calado para tal aventura: el inolvidable Luis Téllez, ahora a cargo de las obras de infraestructura, y el embozado Jesús (Chucho para sus íntimos) Reyes Heroles (?) con sus ya dilatadas alianzas estratégicas debajo de las enormes alforjas de Pemex. Ellos dos se bastan, qué duda cabe, para liquidar la parte restante del patrimonio aún bajo control del Estado.

Para prueba de la premura y las intenciones privatizantes que acaricia la ultraderecha calderonista, han salido a relucir de nueva cuenta, con la misma simpleza de antaño, razonamientos funcionalistas y extrapolaciones que resultarán, como en el pasado, cimentadas en exageraciones y francas mentiras. Con cinismo rampante ya se hacen cuentas pretendidamente transparentes del programa de concesiones carreteras que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes ha formulado para alivio, dicen, de los cuellos de botella que, en efecto, estrangulan el crecimiento económico.

Las tramposas sumas y restas de Téllez vuelven por sus fueros. Similares a otras que hizo cuando anunciaba, a diestra y cobijo de todos los medios de comunicación a su alcance, la tierra prometida de los ejidos desamortizados. Más aún, traen a la memoria aquellas sus cuentas trágicas que presagiaban el caos, la crisis eléctrica que pronosticó para el pasado año 2000 en su fallida encomienda de vender (malbaratar en realidad) la CFE. Ahora, sin ningún remordimiento o pena atrasada, aparece de nueva cuenta citando cifras fantásticas y horizontes inverosímiles que, sin embargo, cree poner al alcance de cualquier ciudadano.

Téllez todavía cree en sus poderes taumatúrgicos de rentas fabulosas y concesiones inocuas visualizadas a la medida de los masivos intereses de sus poderosos padrinos a los cuales debe su encumbrada posición. Ahora, y de nueva cuenta, se siente situado en la altura suficiente para resarcir, con creces y en contantes cuan sonantes cantidades, a todos los que le favorecieron. Y ya han aparecido algunos de los beneficiados, españoles a la voraz reconquista, que ni tardos ni perezosos se han hecho con el contrato para construir una soberbia autopista norteña.
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