Escrito por Eduardo Ibarra Aguirre
18-09-2006
Utopía
Cinco estampas dibujan nítidamente la enorme tensión política que vivió la República:
a). El rostro desencajado y con el rictus de malestar de Vicente Fox Quesada al dar el Grito en Dolores Hidalgo, Guanajuato.
b). Un merolico y provocador que se autodenomina doctor y cobra como vocero presidencial descubrió que “grupos radicales” de la coalición Por el Bien de Todos intentarían “matar ciudadanos” la noche del 15 en el Zócalo del Distrito Federal. Y que ésta fue la razón para que El primer marido del país se refugiara en el Bajío.
c). Fox protegido por miles de elementos del Estado Mayor Presidencial, la Federal Preventiva y los cuerpos policíacos guanajuatenses que impusieron un virtual Estado de sitio a los pobladores de Dolores Hidalgo y los usuarios de las carreteras de la región.
d). La inocultable ausencia de Manlio Fabio Beltrones Rivera y Mariano Azuela Güitrón, presidentes de la Cámara de Senadores y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, respectivamente.
e). La incapacidad de los amos y señores de la consigna y la desinformación para ocultar esas notabilísimas ausencias, como sí lo lograron con la ceremonia en la que Alejandro Encinas Rodríguez reivindicó: “¡Viva la soberanía popular!”, con el respaldo unánime y entusiasta de la festiva multitud que, en cambio, a Carlos María Abascal Carranza lo recibió con la mentada de madre más sonora y colectiva de su historia familiar.
Más que rechazar al secretario de Gobernación, la concentración popular expresó su desacuerdo con las políticas a la vez agresivas que discursivamente dialoguistas, estigmatizadoras que verbalmente tolerantes y que han puesto en práctica el grupo gobernante, los dueños del dinero y la dictadura mediática de manera bastante contradictoria y destacadamente inepta para desacreditar, cooptar, dividir y aislar al movimiento postelectoral y ciudadano más diverso y profundo en la historia del país.
Seguramente los estrepitosos fracasos conquistados el 1 y 15 de septiembre por la autodenominada pareja presidencial a 73 días de extinguirse, y los intereses plutocráticos que orgullosa pero torpemente representa y defiende, obedecen en medida importante a la firmeza y laxitud del torrente ciudadano y social en movimiento, la capacidad de convocatoria, inteligencia y flexibilidad de Andrés Manuel López Obrador y los dirigentes de los partidos de la Revolución Democrática, del Trabajo y Convergencia por la Democracia, oportunamente coaligados en el Frente Amplio Progresista.
Lo anterior sería incomprensible sin el trabajo de dialogo y negociación políticas realizado por el funcionario que agravió la multitud, al recordarle a la autora de sus días que, dicho sea de paso, ninguna responsabilidad tuvo o tiene la señora con el desempeño político de su hijo Carlos María.
Tan bien hicieron su trabajo Abascal Carranza y Encinas Rodríguez para desactivar la bomba política e institucional que representaban dos ceremonias simultáneas en el Zócalo, que al día siguiente el primero mostró el rostro intransigente de los que se empeñan en actuar como propietarios de las instituciones. Todavía no entienden o no quieren asumir que cuando menos existe un México formal que cada vez tiene menos correspondencia con el México real, con el que sesionó en el Zócalo y el Centro Histórico y votó con un millón 724 mil delegados al de Macuspana como presidente legítimo.
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