México SA
Carlos Fernández-Vega
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Si no hay sorpresas de último momento (un floridazo marca Bush, por ejemplo), Barack Obama será el cuadragésimo cuarto presidente de Estados Unidos, y el primero de raza negra en los 232 años de vida independiente de aquel país.
Por fin concluye la depredadora “era Bush”, y surge la posibilidad –sólo eso, hasta conocer resultados concretos– de un giro positivo en la política económica y social en Estados Unidos, así como una oferta inteligente e incluyente en materia de política exterior que supere la etapa guerrerista del minúsculo texano impuesto en la Casa Blanca, y privilegie el diálogo y la negociación.
A nadie más que a los propios estadunidenses debe señalarse como responsables del histórico error de reelegir a George W. Bush. Más que suficiente resultó el primer periodo presidencial como para cometer el masoquista exceso de ratificarlo para un cuatrienio adicional. Pero a los vecinos del norte les ganó el pánico, retroalimentado por los fantasmas fabricados por el texano, una estrategia también utilizada, aunque fallidamente, por John McCain a lo largo de su campaña.
Probablemente en 2008 los estadunidenses hubieran repetido el error –ahora con el también republicano McCain–, si el principal “logro” de Bush, la debacle económica y financiera, hubiera explotado poco después de las elecciones. La crisis fue un detestable, pero invaluable, aliado de Obama que ahora deberá regresar a la botella.
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