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10 mayo 2007

La Legión Extranjera que desgobierna México

La Legión Extranjera Que Gobierna México

Nunca había estado México tan a merced de sus enemigos, como desde que arribaron al poder los tecnócratas educados en Estados Unidos y otros países extranjeros.

Desde el gobierno de Miguel de la Madrid, cuando empezaron a firmarse a escondidas las famosas “Cartas de Intención” con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para conseguir préstamos a cambio de entregas de soberanía; pasando por el nefasto periodo de Salinas de Gortari, cuando se inició en los hechos el desmantelamiento del Estado y el regalo de empresas paraestatales a los amigos del régimen; hasta la frustrante etapa de la supuesta alternancia —sólo de siglas, que no de enfoques ni prácticas—, más entreguista que la anterior, México ha estado en una pendiente descendente al abismo insondable de su desaparición. ¿Tremendismo? No. Realidad.

Han sido 25 años de entreguismo servil, de una total carencia de la mínima dignidad nacional, siquiera para “taparle el ojo al macho”. Los extranjeros hacen y deshacen en el país, para servirse y servir a sus intereses. Lo peor no es su pretensión, lógica en quienes sienten y presumen superioridad, sino la docilidad y consiguiente auxilio que dan los "gobernantes" mexicanos descastados durante su “formación” en el extranjero y que aspiran a convertir a México en colonia del Imperio donde ellos puedan ingresar a su corte.

Si durante los últimos 18 años del priato se intentó infructuosamente guardar ciertas formas de dignidad perdida, con la llegada del foxiato se fue la vergüenza y el mínimo decoro, para que George Bush, Jr. se enseñoreara del país y de su ridículo presidente, quien en los colmos del servilismo llegó a pedir a un mandatario invitado al país que sólo comiera y se fuera, porque el amo no quería ofenderse con su presencia. Y ante el escándalo que se armó al conocerse el insulto, todavía llegó a retar al ofendido: “si tiene pruebas, que las presente”. Y éste las presentó, exhibiendo al botudo anfitrión como un lacayo, hablador, mentiroso y pendejo.

Pero no fue lo único. Bastó una simple orden de Bush para que en todos los aeropuertos de México personal extranjero sometiera a los mexicanos, en su propia patria, a una grosera revisión como potenciales maleantes, violando el precepto constitucional que ordena que “nadie puede ser molestado en su persona o propiedades, si no es por mandato de autoridad judicial que funde y motive la acción”. Y todo el gobierno federal y su partido blanquiazul, apoyados por el PRI, se pusieron a justificar la orden del amo como “seguridad para los mexicanos”.

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