Publicado en la Jornada
El Zócalo volvió a acoger solidario la convocatoria de López Obrador
Miles se las arreglaron para llegar de todos los estados
Una joven votante reclama: "No ultrajen mi primera vez"
Eugenia León cantó La paloma y Mandoki mostró cuarto video
JAIME AVILES
Por segunda vez en los últimos 15 meses, Andrés Manuel López Obrador reunió en las calles del centro de la ciudad de México a por lo menos un millón de personas, pero -a diferencia del 24 de abril de 2005, cuando las mandó de regreso a sus casas- ayer les anunció el inicio de la resistencia civil pacífica y les planteó un reto: volver dentro de dos domingos y ser dos millones. Claro que no lo dijo así, con esa precisión numérica, pero el Zócalo capitalino aceptó el desafío con júbilo.
Antes, la plaza había escuchado reflexivamente el mensaje del escritor Carlos Monsiváis, que pidió no considerar como "la derecha" a los que votaron por Felipe Calderón Hinojosa, pero fustigó a quienes "impulsaron la campaña 'López Obrador es un peligro para México' y ahora dicen que también lo son quienes votaron por él", una calumnia para la cual propuso una receta: "Contra el odio, la razón".
Pero antes de Monsiváis -que estuvo acompañado en el podio por Sergio Pitol, flamante premio Cervantes de Literatura, galardón equivalente al Nobel de las letras castellanas-, un Zócalo intensamente amarillo, pluriclasista y abigarrado, había recibido el mensaje de doña Rosario Ibarra de Piedra, que exhortó al Ejército Mexicano a "no mancharse las manos para sentar en la silla a un gobernante espurio", y ridiculizó "a los empresarios que dijeron que López Obrador les iba a quitar todo a los ricos, pero no dijeron que les iba a quitar el hambre a ustedes".
La ayuda solidaria a los que llegaron de fuera
De previo, la plaza había asistido al estreno del volumen 4 del dvd de Luis Mandoki, ¿Quién es el señor López?, que ayer distribuyó sus primeros 100 mil ejemplares y recaudó, si las cifras no mienten, dos millones de pesos. Y aun antes, mucho antes de ayer por la mañana, la gente había venido de los 31 estados del país y la víspera había acampado en diversos puntos dentro o alrededor de la ciudad de México, y mientras todavía era sábado y llovía a cántaros, los teléfonos repetían angustiados que en todas partes faltaban comida, café y sarapes, y los activistas capitalinos vaciaban su refrigerador y su despensa, y hasta su clóset, y salían a ayudar con lo que buenamente se pudiera.
Una caravana de autobuses que partió de la ciudad de Monterrey el miércoles por la tarde, se había detenido en Saltillo, Matehuala, San Luis Potosí y Querétaro a recoger adeptos y había llegado el sábado al anochecer. Otra había dejado atrás las llanuras de Tenosique, en Tabasco, pero de repente fue detenida por los propios dirigentes del Partido de la Revolución Democrática, que ordenaron a sus militantes quedarse a discutir las candidaturas para las elecciones estatales de octubre.
Pero en cambio, miles y miles se las habían ingeniado para venir desde Veracruz, y eran multitudes dentro de la multitud los que aprovecharon la cercanía del estado de México para engrandecer la muchedumbre. A las 9 de la mañana más de la mitad de la Plaza de la Constitución ya se había llenado, pero las columnas más gruesas se compactaban, sumando decenas de decenas de miles de personas, desde la glorieta del Angel hasta el Museo de Antropología. Como en la concentración del sábado anterior, era notable la presencia de los viejitos, vestidos con sus mejores ropas de pobres dominicales, pero más notable todavía, por abultado, era el número increíble de gente mayor en silla de rueda, los únicos acarreados que ostentaban con orgullo esa legítima condición.
Y también, al revés de lo que saltaba a la vista durante la campaña electoral, ayer el Paseo de la Reforma, la avenida Juárez y el Zócalo capitalino estaban colmados de jóvenes, tan jóvenes como indignados "contra Fecal", y decididos a luchar, como decía un cartelito, "con persistencia hasta la Presidencia", mientras una adolescente pedía socarrona desde su camiseta: "No ultrajen mi primera vez".
Frente a la Alameda, miles y miles pasaban admirando las obras de las máximas figuras de la plástica mexicana contemporánea -de Gilberto Aceves Navarro, Manuel Felguérez y Vicente Rojo, a José Luis Cuevas, Adolfo Mexiac, Xanath Lammoglia y Carlos Palleiro, entre muchas más-, los reclamos del poeta David Huerta, la escritora Elena Poniatowska ("a México hay que decirle la verdad"), el polígrafo Monsiváis, la compositora Liliana Felipe y el actor Daniel Giménez Cacho ("si no voto que me calle, si voto que me calle"), engarzadas en una exposición cargada de enojo contra el fraude y rechazo a "Felipe Ca-calderón", estigmatizado ayer, al mismo tiempo y de incontables modos, por los letreros del ingenio popular:
"¿Un chaparrito pelón de lentes para presidente? Mejor un perro", decía uno. "Voto por voto, Calderón", rimaba una consigna reiterada. "Se está burlando de México", reclamaba otro más. Pero no faltaban los humanistas: "Si eres de izquierda, amas a tus semejantes; si eres de derecha, sólo te amas a ti mismo". Y algunos enderezaban su ira contra el presidente Vicente Fox Quesada.
Y por supuesto no se salvaban los figurones de los medios, afilando cuchillos contra Joaquín López Dóriga y la empresa Televisa.
A las 12:30, López Obrador llegó a la Alameda y no pudo seguir de frente. Un tapón humano de decenas de miles de personas se había estancado ante las pantallas donde esperaba ver al que paradójicamente no dejaba pasar. Desde el Antiguo Palacio del Ayuntamiento, Gabriel Regino, subsecretario de Seguridad Pública de la capital, giraba órdenes por radio para que un coche o una mancha de camisetas amarillas sacaran al candidato de allí. El "rescate", nomás para que se vea, duró una hora y cuarto.
En el templete del Zócalo, la maestra de ceremonias, la actriz Jesusa Rodríguez, ya no sabía qué hacer para entretener a la rugiente multitud, así que ayudada por Héctor Bonilla y Daniel Giménez Cacho puso el nuevo dvd de Mandoki y la Plaza de la Constitución empezó a estremecerse, como el teatro Metropólitan meses atrás, igual que un cine piojito: salía Calderón, mentadas; salía el Peje, se desgranaban los aplausos.
A las 13:31, hora capicúa, una avanzada de fotógrafos de prensa entró corriendo por el centro de la plaza. La gente rompió a gritar con 200 mil gargantas: "¡Pre-si-den-te!". La Catedral Metropolitana, por primera vez desde que Norberto Rivera Carrera se hizo cargo de ella, estaba cerrada y sus campanas enmudecidas, recordando quizá la campaña, no menos sucia, de enviadas que pedían "rezar el rosario para que no gane López Obrador".
Un retrato que viajó por la otra campiña
El candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos empezó a hablar en punto de las 14 horas, pero antes, Jesusa presentó "a los maestros Monsiváis y Pitol", y el primero no dudó en denunciar la presencia del retrato de Stalin que acompañara a Marcos en su viaje por la otra campiña: "Stalin se equivocó de plaza y de siglo", le dijo.
Después, Eugenia León cantó los versos antiguos y modernos de La paloma, aquéllos contra la invasión francesa, éstos contra la imposición de Feli-pillo, y la plaza se vino abajo extasiada por la orquesta sinfónica de esa espléndida sola voz, que después del pejediscurso, y del reto de duplicar a la gente dentro de 15 días, volvió a la escena para entonar el Hinmo Nacional, y en seguida la rescritura de La Chaneca Maldonado a las estrofas de Amorcito corazón, y pasaban de las cuatro de la tarde cuando en 5 de Mayo, la muchacha más hermosa del mundo se trepó sobre un pilar con un corazón colorado, radicalmente cursi, que declamaba: "López Obrador te AMLO".
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