Jorge Camil
Cada año, desde 2005, un grupo de militares, ex directores de la CIA, funcionarios y ex funcionarios de México, Canadá y Estados Unidos se reúnen sigilosamente en algún lugar apartado de Norteamérica para discutir, por increíble que parezca, los escenarios que podrían llevarnos a la integración de los tres países. Hoteles de lujo y lugares exclusivos de retiro sirven de marco para una “integración” preocupante de la que no sabemos nada, porque el grupo no publica la agenda ni sus resoluciones.
A esas reuniones, que se antojan como un congreso de Specter en las películas de James Bond (con caballeros acaudalados, coches de lujo y militares de alto rango llenos de condecoraciones), asisten además los directivos de las más importantes empresas petroleras del continente. Pero no debemos darles más crédito del que se merecen, porque el foro es en realidad una copia de este lado del Atlántico del Club Bilderberg, un grupo europeo de aristócratas y “notables”, del que se sabe poco, constituido en Holanda en 1954 para promover el entendimiento entre Estados Unidos y Europa Occidental después de la gran guerra, y posteriormente influir en la formación de la Comunidad Europea.
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