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17 noviembre 2010

la fallida entrega de Pemex a EU por Salinas

Negroponte desnuda la fallida entrega de Pemex a EU por Salinas

Autor: Alfredo Jalife-Rahme Sección: Radar Geopolítico


14 November 2010

Antecedentes. Llama la atención ahora el silencio sepulcral de tres expresidentes de México frente a la locuacidad de otros dos. Echeverría acaba de salir de los cuidados intensivos después de haber sido forzado legalmente a un arraigo domiciliario; De la Madrid, con un pie en el más allá, fue silenciado por Salinas como consecuencia de su inesperada diatriba en la que se autocritica por su inexpiable equivocación en haber seleccionado a su sucesor (Salinas, conocido en ese entonces como la Hormiga Atómica) quien, a su decir, resultó el jefe familiar de una mafia criminal; y Zedillo, tan apátrida (en el doble sentido de la palabra, porque hasta la fecha se ignora la identidad de su padre biológico), como siempre optó por la política del avestruz.


Dos del total de cinco expresidentes de México, Fox y Salinas, se han dado rienda suelta y han dado la nota en fechas recientes con sus polémicas declaraciones que llenan el vacío vigente de poder y la ausencia de rumbo del actual ocupante de Los Pinos, quien se ha vuelto a pelear con China y admite anticipadamente el fracaso de la Cumbre sobre Cambio Climático a finales de año en Cancún.

Fox, habiéndose entrometido en la vida política interna de Estados Unidos, perdió metafóricamente las elecciones en California, donde apoyó abiertamente (incluso, con plegarias al Creador) la Propuesta 19 de legalización de la marihuana recreativa, que fue rechazada por una diferencia apabullante de 12 puntos (que en Estados Unidos es todo un mundo).

Excesivamente hiperquinético, contra los usos y costumbres para cualquier exmandatario en cualquier parte del mundo, Fox se ha dado el tiempo en querellarse públicamente con su sucesor, a quien critica sus ínfulas autoritarias como “mamá de Tarzán” (¡qué niveles!).

Ha sido lo proferido por Salinas en Madrid lo que ha sacudido a los hacedores de la política internacional a grado tal que, dos días después, fue señalado desde Toluca por John Dimitri Negroponte –exembajador de Estados Unidos en México y, más que nada, exzar del espionaje en la etapa bushiana– de haber deseado incorporar en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) la entrega del petróleo mexicano.

Hechos
A través de la Fundación Marcelino Botín, el banco Santander convocó a un debate en Madrid sobre el futuro de México “entre el Norte y el Sur”. De entrada, Santander, uno de los bancos más rapaces en Iberoamérica que se ha dedicado a saquear a Latinoamérica, donde obtiene sus mayores ganancias, no es el foro adecuado para un debate sobre el destino de México –mucho menos con los invitados (varios de ellos connotados entreguistas, como Francisco Gil Díaz y José Woldenberg Karakowski)–. En mi página web (www.alfredojalife.com) coloqué “El lado oscuro de José Woldenberg Karakowski” a través de su cuñado Isaac Chertorivski Shkoorman, exmandamás de Rón Bacardí, presuntamente vinculado a la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Naturalmente que dejaremos de lado las alucinaciones de Salinas en su ponencia ante el muy desprestigiado Instituto Federal Electoral, pero lo expresado en Madrid sobre el TLCAN merece un escrutinio somero. Sus respuestas fueron muy defensivas y hasta elusivas ante un público español que increpó el TLCAN y su conducta política. El TLCAN fue, a su juicio, “un instrumento, no una panacea (sic), por lo que todavía falta (sic) llevar a cabo las reformas que el país necesita”.

Sofista como nadie, Salinas aseveró que, “para México, toda política es geopolítica”, y explicó la “gran transformación mundial” que marcó el desarrollo de las políticas internas y externas de su Ejecutivo.

Es cierto: desde el punto de vista geopolítico, a Salinas le toca la caída del Muro de Berlín, la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el inicio de la unipolaridad estadunidense, los cuales –dígase lo que se diga– no le daban ningún margen de maniobra al país y, mucho menos, al polémico expresidente, quien se había encumbrado al poder mediante un sonoro fraude electoral (reconocido por el propio De la Madrid al The New York Times).

Así las cosas, durante el sanguinario sexenio de Salinas, México fue atrapado por una doble debilidad, que es el peor veneno para cualquier país: la externa, que sumió a México en la orfandad geopolítica y cuyo vecino era el supremo triunfador unipolar; y la interna, la falta de legitimación en el poder, sumada de la fractura tectónica electoral de la que no se ha podido recuperar México (desde el asesinato de Colosio hasta el enésimo fraude electoral que instaló a Calderón).

El proyecto de Salinas nunca fue el TLCAN; todo lo contrario: fue la alucinante asociación con Japón (totalmente “antigeopolítica”, porque Estados Unidos la hubiera torpedeado).

Es evidente que la ilegitimidad electoral de Salinas fue aprovechada por daddy Bush, exdirector de la CIA más que expresidente, quien se valió de su extrema debilidad para obligarlo a firmar el Tratado. Así las cosas, el TLCAN de Salinas no fue ni “instrumento” ni “panacea”: fue un acto obligatorio que convenía a Estados Unidos para expandirlo al Área de Libre Comercio de las Américas.

Sale sobrando debatir la calamidad que aportó el TLCAN a México. Desde 2004, el National Bureau of Economic Research, un conglomerado de prominentes economistas de Estados Unidos (quienes dictaminan si existe o no “recesión”), publicó que el Tratado había tenido “un desempeño menos que estelar”. Se nota que ni Salinas ni sus secuaces a sueldo lo han leído. En corto: el tema del TLCAN está caduco, a fortiori, después de la debacle de la globalización financierista, de lo que tampoco está actualizado Salinas.

Con 30 millones de “migrantes ilegales” a cuestas, Salinas todavía perora sobre el “aumento del salario” en los rubros exportadores, pero oculta perversamente, cual su costumbre, que el producto interno bruto de México (una medición tangible y más integral, sin adentrarnos al lastimoso Índice Gini) permaneció mediocremente estancado durante su sexenio y cuyo declive fue legado por De la Madrid y continuó ininterrumpidamente con Salinas, Zedillo, Fox y Calderón: México no crece desde 1982 y su mediocre promedio, alrededor de un intratablemente incoercible 2 por ciento, es el más bajo de toda Latinoamérica.

Peor aún: el Tratado de Libre Comercio, que, en su momento, bautizamos como el “Tratado de Libre Cocaína”, inició la bidireccionalidad de drogas y armas en la transfrontera. De eso no habla cómodamente Salinas.
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