Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
Taberna gallega
Ruth se pone el saco
Pudorosa cortina de humo
Sigue la saña contra Flavio Sosa
Recatada, la virtuosa Ruth defendió airadamente su honra institucional que había sido global e indirectamente rozada por un comentario de Andrés Manuel López Obrador sobre tomas hispanas de piernas políticas. Siendo ella una de las varias personas involucradas en la agenda de arreglos a domicilio de la PANificadora Mouriño (interesada ahora en consolidar petroleramente su portafolio de inversiones), le pareció indispensable ponerse el saco marca Traición y saltar a los medios informativos con un lastimero discurso de género y una invocación decimonónica de los buenos modales: ella ha de pagar dolorosamente el costo de enfrentar a machos buscadores de pleitos de cantina que no soportan el éxito de las mujercitas en política.....
....Astillas
Ayer le fue dictado otro auto de formal prisión a Flavio Sosa, el dirigente de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) que fue detenido en la ciudad de México en la víspera de entrevistarse en Bucareli con el entonces secretario Francisco Ramírez Acuña. Flavio es, sin lugar a dudas, un preso político del calderonismo y su expediente judicial es una colección de aberraciones técnicas y abusos políticos. Nada justifica su estancia primero en una prisión de inhumana alta seguridad y ahora en un penal oaxaqueño. La saña oficial, y la evidente consigna de mantenerlo en la cárcel, exhiben la alianza entre Felipe Calderón y Ulises Ruiz, afectados ambos de una ilegitimidad política que tratan de suplir con represión y manipulaciones… Ni modo, el vocero en México de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, Al Cárdena’s Jiménez (conocido en los pastizales blanco y azul como the black horse) ha informado que “no hay voluntad” en esos países para renegociar el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio. El mencionado Al también dijo que seguirá al frente del carrito de hamburguesas llamado Sagarpa mientras le sea posible... Elemental, mi querido Forbes: si Calderón pretende que el suyo sea el “sexenio de la infraestructura”, Slim rápidamente propone que se cree una “comisión nacional de infraestructura”. Es decir: Todo México es negocio… Y, mientras continúan los preparativos para la marcha del próximo jueves, en defensa del petróleo mexicano y en protesta por la política económica y social del calderonismo, ¡hasta mañana, en esta columna que invita a ver en www.astillero.tv una entrevista con el periodista campechano Enrique Pastor Cruz Carranza sobre los Mouriño!
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30 enero 2008
29 enero 2008
Pemex: ¿destino manifiesto?
Carlos Montemayor
Hace algunos meses comentamos que uno de los efectos más sobresalientes de los atentados del Ejército Popular Revolucionario (EPR) a los oleoductos en Quintana Roo, Guanajuato, y otros estados de la República, fue la inesperada reconversión de Petróleos Mexicanos (Pemex) en un “patrimonio de todos los mexicanos”. En las pasadas cuatro administraciones presidenciales Pemex se ha visto sometido a un proceso de desgaste, privatización y endeudamiento para preparar y forzar su desaparición total como empresa pública. Su carácter de fondo revolvente del gobierno federal, su constante cesión a consorcios privados y la corrupción lo apartan cada vez más del desarrollo industrial y económico del país. En este contexto, no carecían de sentido los primeros comunicados del EPR: Pemex ha dejado de ser un “patrimonio de todos los mexicanos” y se ha convertido en uno de los intereses de grupos trasnacionales; se trata de bienes que formalmente desean considerarse negocios privados y no “patrimonio de todos”.
El afán de políticos nuevos y viejos por abrir el sector energético a trasnacionales estadunidenses y europeas tiene como eje recurrente afirmar que faltan recursos para dar mantenimiento y modernizar el equipo complejo del sector. En los años anteriores a 1938, las grandes compañías holandesas, británicas y estadunidenses suspendieron el mantenimiento a sus instalaciones petroleras a fin de disuadir a las autoridades mexicanas de una posible expropiación. Con la política económica iniciada hace cuatro sexenios, en cambio, se decidió que los recursos destinados al mantenimiento y desarrollo de Pemex se fueran reduciendo con el objeto de que la estructura petrolera mexicana llegara a deteriorarse tanto que fuera necesario privatizarla. Antes de 1938 se buscó deteriorar la industria petrolera para que no se nacionalizara. Ahora se buscó su deterioro para privatizarla. Estos procesos históricos de México son asombrosos.
Que la misma estrategia se aplique dos veces en menos de 70 años es sorprendente. Sobre todo porque tanto en el caso de evitar la expropiación como en el de privatizar se piensa que los hidrocarburos son un asunto privado, no público. Están dispuestos hoy los políticos a abrir las puertas de Pemex para que retornen las viejas grandes compañías, o las empresas que descienden de los grandes consorcios petroleros que en la década de los 30 extorsionaron a México. Como decíamos hace algunos años, el pasado no terminó de irse y el futuro no acaba de ser nuevo.
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Hace algunos meses comentamos que uno de los efectos más sobresalientes de los atentados del Ejército Popular Revolucionario (EPR) a los oleoductos en Quintana Roo, Guanajuato, y otros estados de la República, fue la inesperada reconversión de Petróleos Mexicanos (Pemex) en un “patrimonio de todos los mexicanos”. En las pasadas cuatro administraciones presidenciales Pemex se ha visto sometido a un proceso de desgaste, privatización y endeudamiento para preparar y forzar su desaparición total como empresa pública. Su carácter de fondo revolvente del gobierno federal, su constante cesión a consorcios privados y la corrupción lo apartan cada vez más del desarrollo industrial y económico del país. En este contexto, no carecían de sentido los primeros comunicados del EPR: Pemex ha dejado de ser un “patrimonio de todos los mexicanos” y se ha convertido en uno de los intereses de grupos trasnacionales; se trata de bienes que formalmente desean considerarse negocios privados y no “patrimonio de todos”.
El afán de políticos nuevos y viejos por abrir el sector energético a trasnacionales estadunidenses y europeas tiene como eje recurrente afirmar que faltan recursos para dar mantenimiento y modernizar el equipo complejo del sector. En los años anteriores a 1938, las grandes compañías holandesas, británicas y estadunidenses suspendieron el mantenimiento a sus instalaciones petroleras a fin de disuadir a las autoridades mexicanas de una posible expropiación. Con la política económica iniciada hace cuatro sexenios, en cambio, se decidió que los recursos destinados al mantenimiento y desarrollo de Pemex se fueran reduciendo con el objeto de que la estructura petrolera mexicana llegara a deteriorarse tanto que fuera necesario privatizarla. Antes de 1938 se buscó deteriorar la industria petrolera para que no se nacionalizara. Ahora se buscó su deterioro para privatizarla. Estos procesos históricos de México son asombrosos.
Que la misma estrategia se aplique dos veces en menos de 70 años es sorprendente. Sobre todo porque tanto en el caso de evitar la expropiación como en el de privatizar se piensa que los hidrocarburos son un asunto privado, no público. Están dispuestos hoy los políticos a abrir las puertas de Pemex para que retornen las viejas grandes compañías, o las empresas que descienden de los grandes consorcios petroleros que en la década de los 30 extorsionaron a México. Como decíamos hace algunos años, el pasado no terminó de irse y el futuro no acaba de ser nuevo.
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Cinco jinetes: 25 años de discursos
México SA
Carlos Fernández-Vega
cfvmx@yahoo.com.mx • cfv@prodigy.net.mx
Con Pemex, Calderón pretende concluir la venta de garaje
¿Dónde quedó el nuevo desarrollo?
Al resumir sus seis años de estancia en Los Pinos, Miguel de la Madrid Hurtado presumía la privatización de poco más de 700 empresas del Estado y su cadena de “reformas estructurales”, que garantizaban, decía, “una etapa superior de nuestra historia” y permitían “encauzar el desarrollo integral” del país, el “crecimiento autosostenido” y la “reducción de la vulnerabilidad externa”.
Cuando Carlos Salinas de Gortari hizo lo propio, tras entregar alrededor de 400 empresas paraestatales de gran calado al gran capital nacional (Teléfonos de México y la banca, entre las joyas), amén de concesionar carreteras y abrir a la iniciativa privada la generación eléctrica y varias sectores de la petroquímica, celebraba el advenimiento del “nuevo desarrollo mexicano”, alababa la segunda cadena de “reformas estructurales” que permitieron “democratizar el capital”, atender los “objetivos nacionales de la soberanía y de la justicia” y recorrer la “vía moderna de México”, y se felicitaba por el “cambio, que es nacionalista porque fortalece a la nación, y popular, porque extiende sus beneficios a las mayorías”.
Tras privatizar Ferrocarriles Nacionales de México, abrir aún más la puerta para que el capital privado se metiera a la generación de energía eléctrica, “rescatar” a los empresarios carreteros y banqueros y extranjerizar la banca, entre otras gracias, Ernesto Zedillo sencillamente aseguraba que privatizaciones y “reformas estructurales” garantizaban “crecimiento sostenido que genere los empleos bien remunerados que con toda razón demandan los mexicanos” y, en pocas palabras, un futuro venturoso para los que han tenido el honor de nacer en esta gloriosa nación.
Si a lo anterior sumamos las “reformas”, “aperturas”, concesiones y reconcesiones, y hasta una expropiación “por causa de interés público”, de Vicente Fox, en cuatro sexenios privatizadores el país estaría en la mismísima gloria: existiría México y, después, el primer mundo, siempre de acuerdo con el discurso de la cuarteta citada.
A la vuelta de cuatro gobiernos y el inicio del quinto, nada más alejado de ese discurso que la realidad mexicana, producto de interminables “reformas estructurales”, “modernizaciones” y privatizaciones a ultranza. ¿Dónde quedó el “nuevo desarrollo mexicano”, con su crecimiento “autosostenible” en plena “modernidad” y gozo de los “beneficios” privatizadores que “democratizaban el capital”? Quedó en un sonado cuan costosísimo fracaso, con una deuda cercana al estallido.
Los cuatro jinetes juraron y perjuraron que los dineros producto de las privatizaciones se destinarían al crecimiento económico, la generación de empleo formal, permanente y bien remunerado, los beneficios sociales, proteger a los que menos tienen y, en fin, al desarrollo nacional, y resulta que lo obtenido por esas “desincorporaciones” terminaron por “rescatar” los capitales privados que habían dado cuerpo al “nuevo desarrollo mexicano”. Y los “rescates” aún concluyen.
Sirva lo anterior para dar sustento y credibilidad al discurso del quinto gobierno consecutivo que no ve mayor posibilidad que la privatización para “sacar adelante al país” y destinar “los recursos excedentes” al “pago de la deuda social”. Si existe similitud con la retórica de los cuatro anteriores, no es para preocuparse porque en esencia son exactamente iguales.
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Carlos Fernández-Vega
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Con Pemex, Calderón pretende concluir la venta de garaje
¿Dónde quedó el nuevo desarrollo?
Al resumir sus seis años de estancia en Los Pinos, Miguel de la Madrid Hurtado presumía la privatización de poco más de 700 empresas del Estado y su cadena de “reformas estructurales”, que garantizaban, decía, “una etapa superior de nuestra historia” y permitían “encauzar el desarrollo integral” del país, el “crecimiento autosostenido” y la “reducción de la vulnerabilidad externa”.
Cuando Carlos Salinas de Gortari hizo lo propio, tras entregar alrededor de 400 empresas paraestatales de gran calado al gran capital nacional (Teléfonos de México y la banca, entre las joyas), amén de concesionar carreteras y abrir a la iniciativa privada la generación eléctrica y varias sectores de la petroquímica, celebraba el advenimiento del “nuevo desarrollo mexicano”, alababa la segunda cadena de “reformas estructurales” que permitieron “democratizar el capital”, atender los “objetivos nacionales de la soberanía y de la justicia” y recorrer la “vía moderna de México”, y se felicitaba por el “cambio, que es nacionalista porque fortalece a la nación, y popular, porque extiende sus beneficios a las mayorías”.
Tras privatizar Ferrocarriles Nacionales de México, abrir aún más la puerta para que el capital privado se metiera a la generación de energía eléctrica, “rescatar” a los empresarios carreteros y banqueros y extranjerizar la banca, entre otras gracias, Ernesto Zedillo sencillamente aseguraba que privatizaciones y “reformas estructurales” garantizaban “crecimiento sostenido que genere los empleos bien remunerados que con toda razón demandan los mexicanos” y, en pocas palabras, un futuro venturoso para los que han tenido el honor de nacer en esta gloriosa nación.
Si a lo anterior sumamos las “reformas”, “aperturas”, concesiones y reconcesiones, y hasta una expropiación “por causa de interés público”, de Vicente Fox, en cuatro sexenios privatizadores el país estaría en la mismísima gloria: existiría México y, después, el primer mundo, siempre de acuerdo con el discurso de la cuarteta citada.
A la vuelta de cuatro gobiernos y el inicio del quinto, nada más alejado de ese discurso que la realidad mexicana, producto de interminables “reformas estructurales”, “modernizaciones” y privatizaciones a ultranza. ¿Dónde quedó el “nuevo desarrollo mexicano”, con su crecimiento “autosostenible” en plena “modernidad” y gozo de los “beneficios” privatizadores que “democratizaban el capital”? Quedó en un sonado cuan costosísimo fracaso, con una deuda cercana al estallido.
Los cuatro jinetes juraron y perjuraron que los dineros producto de las privatizaciones se destinarían al crecimiento económico, la generación de empleo formal, permanente y bien remunerado, los beneficios sociales, proteger a los que menos tienen y, en fin, al desarrollo nacional, y resulta que lo obtenido por esas “desincorporaciones” terminaron por “rescatar” los capitales privados que habían dado cuerpo al “nuevo desarrollo mexicano”. Y los “rescates” aún concluyen.
Sirva lo anterior para dar sustento y credibilidad al discurso del quinto gobierno consecutivo que no ve mayor posibilidad que la privatización para “sacar adelante al país” y destinar “los recursos excedentes” al “pago de la deuda social”. Si existe similitud con la retórica de los cuatro anteriores, no es para preocuparse porque en esencia son exactamente iguales.
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Astillero
Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
¿Pues ya ni modo?
Felipe: yo tuve un sueño
Lo dicho: Creel reculó
Mouriño prepara el terreno
El gerente general de PeMéxico, Felipe Vendedor, dio ayer el banderazo de salida a la competencia entre particulares que permitirá recolectar fondos de inversión (denominables, en esos mercados, “caballos de Troya”) para tratar de salvar de la crisis (inducida) al agónico enfermo (intencional) denominado industria petrolera nacional. Reunido con ingenieros civiles en un congreso, El Vendedor más Grande de Pemex insistió en su tesis gancho de que México está encaminado a ser un ganador y que él, que antes luchaba en el ring de los discursos con la fallida máscara de “Presidente del empleo”, ahora buscará que su sexenio sea el de “la infraestructura”.
Por ello, dijo F.C., “necesitamos, obviamente, que haya mucho, mucho más inversión en exploración, en explotación y desarrollo de Pemex, para que, precisamente, ésta pueda ser una industria, como lo ha hecho hasta ahora, garantizar el desarrollo del país para las próximas décadas” (los tropiezos felipeños de sintaxis han sido tomados de la página oficial de Los Pinos). La voz de arranque para la campaña de apertura de la principal paraestatal del país a capitales privados, nativos y extranjeros, es la formalización de un exceso del banquero mexicano (fue director de Banobras) que ahora encabeza ventas patrias de garaje: “Yo recuerdo en alguna ocasión que tuve la oportunidad de estar en el Colegio de Ingenieros, antes de ser presidente, poco antes, les dije que éste será el sexenio de la infraestructura en el país. Y al salir, comentando con alguno de mis colaboradores, me dijo, bueno, ¿no se nos habrá pasado la mano con eso?, y digo, pues ya ni modo”.
Pues ya ni modo: Felipe ha tenido un sueño, en el que no van paisanos pobres a Palacio Nacional a depositar guajolotes para pagar indemnizaciones a compañías petroleras extranjeras expropiadas de infraestructura y control (como en 1938), sino que, en esta versión calderónica inversa, los inversionistas extranjeros son convocados a acudir a la prolongación inmobiliaria del poder mexicano, Los Pinos, a volver a hacerse de la infraestructura de la industria energética nacional como primer paso para retomar control y ganancias aunque, obviamente, en esta fase inicial de reconquista todos los involucrados se esfuercen en asegurar que el petróleo seguirá siendo mexicano. Por ello, por ese sueño de reprivatización forastera, el Presidente de la República de Los Pinos se ha lanzado a afinar y disciplinar a sus huestes, como sucedió ayer en San Miguel Regla, Hidalgo, al inaugurar una reunión clave con diputados federales panistas. Allí, Sanedrac Orazal convocó a hacer un diagnóstico sobre el petróleo mexicano. ¡Oh, ¿qué hacer con él?!, preguntan los vendedores cuando ya tienen las operaciones a punto de cierre. Que luego no digan los mexicanos que no se les preguntó sobre lo que ya estaba a punto de suceder.
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¿Pues ya ni modo?
Felipe: yo tuve un sueño
Lo dicho: Creel reculó
Mouriño prepara el terreno
El gerente general de PeMéxico, Felipe Vendedor, dio ayer el banderazo de salida a la competencia entre particulares que permitirá recolectar fondos de inversión (denominables, en esos mercados, “caballos de Troya”) para tratar de salvar de la crisis (inducida) al agónico enfermo (intencional) denominado industria petrolera nacional. Reunido con ingenieros civiles en un congreso, El Vendedor más Grande de Pemex insistió en su tesis gancho de que México está encaminado a ser un ganador y que él, que antes luchaba en el ring de los discursos con la fallida máscara de “Presidente del empleo”, ahora buscará que su sexenio sea el de “la infraestructura”.
Por ello, dijo F.C., “necesitamos, obviamente, que haya mucho, mucho más inversión en exploración, en explotación y desarrollo de Pemex, para que, precisamente, ésta pueda ser una industria, como lo ha hecho hasta ahora, garantizar el desarrollo del país para las próximas décadas” (los tropiezos felipeños de sintaxis han sido tomados de la página oficial de Los Pinos). La voz de arranque para la campaña de apertura de la principal paraestatal del país a capitales privados, nativos y extranjeros, es la formalización de un exceso del banquero mexicano (fue director de Banobras) que ahora encabeza ventas patrias de garaje: “Yo recuerdo en alguna ocasión que tuve la oportunidad de estar en el Colegio de Ingenieros, antes de ser presidente, poco antes, les dije que éste será el sexenio de la infraestructura en el país. Y al salir, comentando con alguno de mis colaboradores, me dijo, bueno, ¿no se nos habrá pasado la mano con eso?, y digo, pues ya ni modo”.
Pues ya ni modo: Felipe ha tenido un sueño, en el que no van paisanos pobres a Palacio Nacional a depositar guajolotes para pagar indemnizaciones a compañías petroleras extranjeras expropiadas de infraestructura y control (como en 1938), sino que, en esta versión calderónica inversa, los inversionistas extranjeros son convocados a acudir a la prolongación inmobiliaria del poder mexicano, Los Pinos, a volver a hacerse de la infraestructura de la industria energética nacional como primer paso para retomar control y ganancias aunque, obviamente, en esta fase inicial de reconquista todos los involucrados se esfuercen en asegurar que el petróleo seguirá siendo mexicano. Por ello, por ese sueño de reprivatización forastera, el Presidente de la República de Los Pinos se ha lanzado a afinar y disciplinar a sus huestes, como sucedió ayer en San Miguel Regla, Hidalgo, al inaugurar una reunión clave con diputados federales panistas. Allí, Sanedrac Orazal convocó a hacer un diagnóstico sobre el petróleo mexicano. ¡Oh, ¿qué hacer con él?!, preguntan los vendedores cuando ya tienen las operaciones a punto de cierre. Que luego no digan los mexicanos que no se les preguntó sobre lo que ya estaba a punto de suceder.
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23 enero 2008
Crisis del capitalismo y de la civilización monetarista
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Las primeras planas de diarios británicos de ayer, en Londres, dan cuenta del segundo día consecutivo de debacle de las bolsas mundiales ante el temor por la recesión estadunidense
Foto: Ap
En medio del desplome global bursátil, ya muy anunciado sobre el cual hasta da pereza ahondar, la reunión anual del delirante cuan hilarante Foro Económico (sic) de Davos, que de por sí se encontraba en agonía, ha exhibido su patética irrelevancia.
Por lo menos Davos seguirá siendo un centro de esquí, mientras las otras plazas de la “globalización pirata” –es decir, la desregulada “globalización financiera” (que no “económica”) israelí-anglosajona de la parasitaria plutocracia neofeudal y su “contabilidad invisible” en los “paraísos fiscales”–, como Wall Street, la City y Francfort (para citar las relevantes; no vamos a perder el tiempo con las cómicas “bolsas” de Madrid y de la ciudad de México), no servirán para realizar ningún deporte que no sea la excavación de sus ruinas de “papel-chatarra” acumulado en casi dos décadas de alquimia impuesta por sus sicóticos brujos-aprendices a cargo de sus bancos centrales monetaristas, hoy en plena desintegración.
No se trata de una “crisis” ordinaria (el punto de inflexión entre la vida y la muerte) a la que nos tiene acostumbrado el “mercado” capitalista monetarista, sino del “fin de una era” –el imperio del dolarcentrismo– que ha puesto en la picota a su piratería global que se expresó en la más radical de sus excrecencias centralbanquistas: la globalización financiera israelí-anglosajona.
El problema no proviene del manicomio monetarista fiscalista (¿qué de peor se podía esperar de gente tan ignorantemente ahistórica y fanáticamente ultrarreduccionista?), sino de la irresponsable cuan inexistente clase política “global” que se esfumó alarmantemente frente a las alucinantes “leyes (sic)” esotéricas del sicótico “mercado”.
Gran parte de la culpa recae en los irresponsables multimedia “globales” –lo cual obliga a repensar la posesión, uso y abuso de las “concesiones” como el nuevo frente de batalla de la democracia ciudadana del siglo XXI–, quienes engañaron hasta el cansancio a una población valetudinaria cuan ignara para propiciar artificialmente el efecto borrego de los “mercados” controlados por la banca israelí-anglosajona, hoy en plena putrefacción.
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Halliburton obtiene los contratos más jugosos de Petróleos Mexicanos
Le asignó 160 convenios por 2 mil mdd; cerró cuantiosa transacción esta semana
Entre 2003 y 2006 la paraestatal le dio 65 contratos, que llegaron a 127 en igual lapso
Roberto González Amador
De prisiones para migrantes a pozos petroleros en México. Halliburton, una de las empresas emblemáticas del aparato de seguridad y defensa de Estados Unidos, se ha convertido en el principal contratista extranjero de Petróleos Mexicanos (Pemex), posición en la que ha ido avanzando desde la administración pasada y que reforzó en el actual gobierno, al cerrar esta semana una de las transacciones más cuantiosas que ha obtenido en el país.
Datos de Pemex revelan que Halliburton ha obtenido de la petrolera estatal 160 contratos, por un monto que alcanza ya 2 mil millones de dólares, lo cual equivale a una quinta parte de la inversión que Petróleos Mexicanos realizó en los últimos cinco años con recursos presupuestales.
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