Autor: Álvaro Cepeda Neri
La personalidad foxista (desvaríos, habladas, jerga y características de quienes no saben cómo gobernar) ha contagiado al señor Calderón, quien se pone bravero y retador contra las “minorías” de los delincuentes del narcotráfico, que hasta ahora van ganando a sangre y fuego la violenta y bárbara guerra a muerte contra militares y policías, sembrando cadáveres de ambos bandos y de mexicanos inocentes que pagan con sus vidas la fallida estrategia, que además es inconstitucional (por no fundamentarla en el artículo 29 de la Carta de 1917). El concepto de Estados fallidos, para referirse a la síntesis de “Estados terroristas” y “Estados canallas” (repertorio salido del “eje del mal” de Reagan-Bush padre e hijo), fue el calificativo de Clinton y sus asesores en 1994 (Noam Chomsky, Estados fallidos: el abuso del poder y el ataque a la democracia) para aludir a los Estados que necesitan “la ayuda” estadunidense con intervenciones (como la que puso en marcha Hillary Clinton y la “invitación” voluntariamente a fuerzas de Obama a Calderón para que éste se presentara en Washington), incluso a veces, dice Chomsky, devastándolos, para que vuelvan a ser Estados acertados, es decir: por la fuerza (como en Afganistán, Irak, etcétera) o por la “pacífica” presencia de un procónsul.
Ya el dizque representante del gobierno calderonista, Arturo Sarukhán, afirmó que la “cooperación” de Obama-Clinton para el combate al narcotráfico “no incluye el despliegue de tropas estadunidenses en territorio mexicano, ni que el cuerpo castrense del vecino país realice operaciones de inteligencia militar como en Irak o Afganistán”, escribió la reportera Georgina Saldierna (La Jornada, 23 de marzo de 2010). Pero, en el caso de un Calderón fallido, con administración fallida, gobierno fallido, políticas económica y educativa fallidas, empleo fallido, etcétera, y sus colaboradores fallidos, Obama contempla, con el asesoramiento del embajador estadunidense en nuestro país, Carlos Pascual (a punto de matrimoniarse con una mexicana, como lo hizo el anterior al dar el braguetazo con una nativa millonaria), experto en Estados fallidos, que ha llegado la hora de intervenir más en nuestro territorio… incluso como en Irak o Afganistán.
Ya está firmado y confirmado que el Partido Acción Nacional, Calderón y los ultraderechistas en municipios, gobiernos estatales y, sobre todo, en la Presidencia (ya no de la república, pues estamos a la espera de que la república sea restaurada otra vez), han fracasado en el manejo de las políticas públicas, con su fallida tentativa de resolver el problema de la pobreza que alcanza a más de 50 millones de mexicanos; con su fallida prevención y, después, supuestamente, de su fallida respuesta a la mentira de la peste gripal que acabó por paralizar la economía pública y privada durante los últimos nueve meses del año pasado. Y han naufragado en su política cultural, mientras preparan fallidos actos para recordar los inicios de las revoluciones de 1810 y 1910, con luces de bengala semejantes a las fiestas fallidas del porfirismo de hace 100 años. No hay absolutamente nada que reconocerle a Calderón, para quien arrecian las críticas del pueblo, los desacuerdos de los empresarios, la repulsa de los inversionistas extranjeros (con la amenaza de la Cámara de Comercio estadunidense de empacar e irse, como declaró su dirigente).
Calderón hace declaraciones al estilo de las tonterías foxistas, retadoras contra las delincuencias (como las del fallido secretario de Gobernación Gómez Mont, desafiándola), y las repetidas provocaciones contra la prensa escrita y oral que lo critican, culminando con severas llamadas de atención contra quienes, en su calidad de ciudadanos con sus derechos a salvo (y el cumplimiento de sus draconianas obligaciones fiscales), se atreven a descalificar sus acciones en Ciudad Juárez, menospreciando las acusaciones de las mujeres en ese sangriento municipio; y que, si en Colombia y Brasil se suceden homicidios, no tenemos por qué echarle en cara que su gobierno lleva ya más de 30 mil de éstos, entre los que hay estudiantes, niños, jóvenes, mujeres, hombres y periodistas. Busca Calderón y sus García Luna, sus Luis Cárdenas y sus jefes militares de tierra y mar, justificar sus abusos del poder y ponerlos al margen de la crítica y, sobre todo, que no sean sujetos de deslinde de responsabilidades penales y civiles, en la medida de que la impunidad ha de ser total para los de arriba.
Ante ese panorama de desastre económico, social y político del calderonismo por su mal gobierno –que se ha hecho acreedor del grito de independencia: “¡Muera el mal gobierno!”–, con la cara enrojecida por la ira, la voz encabronada y golpeando a manotazos el atril, sentenció: “Jamás he escuchado a un brasileño hablar mal de Brasil” (La Jornada, 27 de marzo de 2010). Y que, en cambio, a los mexicanos nos da por hablar mal de México. Esto es, como se dice, falso de toda falsedad. No pocos connacionales hemos hablado mal, muy mal, del foxismo y ahora de su caricatura: el calderonismo, como gobierno y administración que en nueve años y pico hundieron al país en la inseguridad más sangrienta, como no se veía desde hace medio siglo.
“También –expresó Calderón, delante de la empresaria privada nombrada en la Secretaría de Turismo, y al estilo de ‘se los digo a ustedes asistentes a la reunión Compromisos por el Turismo en México, para que lo entiendan ustedes los mexicanos’–, se vale, aunque no faltará a quien le suene inadecuado, también se vale hablar bien de México porque, eso sí, nosotros tenemos un problema que es la mitad, en términos de homicidios por cada 100 mil que en Brasil”. Así fuera un solo homicidio, las comparaciones sobran.
El gobierno estadunidense, de por sí intervencionista desde siempre, se aprovecha para dar órdenes; al boletinar a sus conciudadanos para que no viajen al nuestro, son quienes, con los calderonistas, contribuyen, al lado de los delincuentes, al descrédito mundial de México. Y no los mexicanos, como señala Calderón. Y el que periodistas estemos constantemente informando y criticando los actos fallidos de los panistas, se debe a que también se vale hablar mal… del mal gobierno calderonista.
Para quedar bien con ese calderonismo (al que muy de tarde en tarde tibiamente critica), el multimillonario número uno del capitalismo mundial, el señor Slim, dijo tremenda mentira, que “camina tranquilo por las calles del país (La Jornada, 27 de marzo de 2010); pues anda en sus automóviles blindados, con guardaespaldas adelante, atrás y a los lados, cuando tiene que viajar por tierra, ya que siempre lo hace en helicóptero. Como los demás ricos… porque el miedo a la inseguridad no anda en burro. Así que por la inseguridad, el desempleo, la pobreza y demás actos fallidos, también se vale hablar mal… del mal gobierno calderonista.
cepedaneri@prodigy.net.mx
Revista Contralinea
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