Molinos de viento
17 de abril
Roberto Rodríguez Baños
(AM I) Escupir al cielo nunca sido responsable ni racional ni digno, demuestra Felipe Calderón al renegar de la propia historia y de mexicanos como el presidente Lázaro Cárdenas para defender los mezquinos intereses de una empresa neocolonial como pretende ser Repsol con la misma insana tenacidad con que pretende destruir a Pemex.
No conforme con eso, pide el becario del 6 de julio de 2006 a Cristina Fernández que renuncie a la dignidad de haber rescatado el petróleo argentino para los argentinos, y prefiera ser identificada con criminales como el genocida confeso Carlos Saúl Menem, antes que como defensa de su patria, calidad con la que ya está escrito en la historia el nombre de la presidenta.
Rajoy encontró, al llegar la tarde de ayer a México, una realidad como la del franquismo que él se empeña en restaurar. Encontró también a un pueblo avergonzado del discurso de un mandatario de cuya ilegitimidad nadie duda, desde que por obra de la corrupción, por la puerta de atrás y resguardado por las bayonetas de la soldadesca, asumió el cargo que la sociedad había otorgado a Andrés Manuel López Obrador.
Calderón ha colmado el vaso de quienes le impusieron y conservaron en la presidencia escamoteada. No ha vacilado en transgredir ningún moral ni código ético alguno. Pero las contradicciones no solo existen en la incoherencia, también tienen una naturaleza reactiva. Así, negarse a la rectificación necesaria, insistir en la ofensa impune cuando debiera pedir perdón a todos los agraviados por la insensibilidad e irracionalidad propia, le traslada de la incoherencia a la perversidad franca. Cínica, si se prefiere.
Nadie pudo pronunciar mejor y más efectivo discurso para promover el cambio verdadero como resultado de la jornada electoral de julio próximo, que el bilioso balbuceo conceptual de Calderón cuando toda América Latina, todos los desesperados de la tierra, todos los pobres del mundo, aplaudieron entusiastas la decisión serena, valiente, necesaria, improrrogable, de la presidenta Cristina Fernández.
Porque nadie con una mínima dotación neuronal y de decencia elemental, podrá votar por quienes han hecho suyo ese discurso antes aun de haber sido pronunciado. Estoy hablando, como es natural, de la fórmula Prianal que resume la troika de candidatos de la burocracia que Calderón encabeza para sucederlo y mantener a México en el subdesarrollo que sustancia al neoliberalismo.
Qué inmenso orgullo deben sentir los argentinos de la actuación de su patriota presidenta. Qué bochorno infinito padecemos los mexicanos porque una burocracia espuria agravie a nuestra patria al injuriar a una latinoamericana digna de emulación y exalte a sus enemigos, que también lo son nuestros, porque México no es lo que Calderón dice representar. Por eso el cambio verdadero no solo es necesario. Es irrenunciable. rrb@red-ami.com
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