John M. Ackerman
Una generación de escritores y pensadores que dedicaron sus vidas a exhibir los abusos del poder y combatir el cinismo de la clase política se nos está yendo. En los últimos dos años han partido Luis Javier Garrido, Miguel Ángel Granados Chapa, Carlos Monsiváis, Carlos Montemayor, Guillermo O’Donnell, Germán Dehesa, Bolívar Echeverría, José Saramago y Rafael Jacobo, entre muchos otros grandes intelectuales, a quienes debemos los pocos avances que hoy existen en materia democrática en el país. La muerte de estas figuras deja un enorme vacío que muy difícilmente podrá ser llenado a corto plazo.
Mientras, los poderosos están de plácemes. Llenan el silencio post mortem de nuestros héroes caídos con el ruido distractor de los comentaristas mediáticos que prefieren vociferar y quedar bien, antes que pensar y sacudir las conciencias. Nos encontramos ahogados en un mar de análisis sin profundidad cuyo principal objetivo es apagar la flama de la esperanza ciudadana y convencernos de que otro mundo es simplemente imposible. Los manipuladores saben perfectamente bien que la depresión y los fatalismos del pueblo son los mejores aliados del status quo.
Pero, a contrapelo de esta apuesta por la pasividad ciudadana, ha surgido una nueva generación de jóvenes que no están dispuestos a rendirse ante los amagos del poder. Con su interpelación a Felipe Calderón el lunes pasado en Guadalajara, Tonatiuh Moreno habló a nombre de millones de jóvenes empresarios hartos de la soberbia y la sordera del actual Presidente de la República. Las valientes palabras de Valentina Rosendo, en el acto de disculpa pública del Estado Mexicano por haber permitido su abuso sexual por militares en Guerrero, demostraron a todos los jóvenes indígenas del país que es posible resistirse al poder policiaco-militar que cada día se adueña de franjas más amplias de la nación.
Los jóvenes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, quienes no cejan en su firme insistencia de la renuncia del gobernador Ángel Aguirre y en el fortalecimiento de las escuelas normales del país, demuestran que ni siquiera las balas asesinas de las mal llamadas fuerzas del orden pueden callar a la nueva generación de luchadores sociales. La interrupción del solemne segundo Informe del gobernador de San Luis Potosí, Fernando Toranzo, por el zapatazo de Omar Jaír Pineda en protesta por las acciones ilegales de la Minera San Xavier también evidencia que hay límites claros a la cantidad de mentiras y simulaciones que la ciudadanía está dispuesta a soportar.
Desde 2008, el grito de espurio del joven premio Nacional de la Juventud, Andrés Gómez Emilsson, al escuchar al Presidente de la República repetir sus mentiras de siempre durante la ceremonia de premiación, reveló las grandes cuarteaduras que existen en la cortina de hierro de la manipulación de las principales empresas televisivas. En 2009, la valiente denuncia del joven Ramsés Villareal a los agentes ministeriales federales que lo detuvieron, amagaron y golpearon para que confesara un crimen que nunca cometió, también sirve de lúcido ejemplo para tantos jóvenes que hoy en el contexto de la “guerra contra el narco” son tratados como criminales y delincuentes únicamente por su edad. El año pasado, la denuncia contra Calderón, presentada por el brillante joven abogado Netzaí Sandoval, ante la Corte Penal Internacional también evidenció que la nueva generación está dispuesta a ir hasta las últimas consecuencias para acabar con la impunidad en el país.
Hoy existen más razones que nunca para que los jóvenes se indignen, denuncien y griten la verdad a los cínicos que hoy detentan el poder. Nadie cree, por ejemplo, que los 25 millones de pesos en efectivo transportados por funcionarios del gobierno del estado de Veracruz hayan sido realmente para pagar a un proveedor de servicios para la feria de la Candelaria y el carnaval de Veracruz. Esta historia es igual de increíble que la de Jonás Larrazabal, hermano del alcalde de Monterrey, quien aclaraba después de la tragedia del casino Royale que los cuantiosos pagos en efectivo que recibía eran por la venta de quesos oaxaqueños. En ambos casos por lo visto se entrecruzan complicados asuntos de corrupción, financiamiento político-electoral irregular y narcotráfico.
Hoy más que nunca queda claro a la nueva generación que hace falta una transformación radical en la política nacional. Se abre entonces una excelente oportunidad para que los candidatos a los miles de cargos de elección popular que se disputan este año se acerquen a la población para escuchar los cuestionamientos, recibir las interpelaciones con humildad y tomar en cuenta las críticas. De lo contrario, es muy poco probable que el país aguante más que un par de años sin un fuerte estallido social en contra del cinismo y la sordera de la clase política entera.
Luis Javier Garrido, in memoriam, ejemplo de valentía y lucidez.
www.johnackerman.blogspot
La Jornada
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