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17 octubre 2008

■ Presión gringa

Astillero
Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx


■ Radio pirata

■ Azufre y tsunami

1. El gobierno de Estados Unidos suma penurias al mexicano en la recta final del tema petrolero. Primero, Washington hizo del conocimiento oficial de los ciudadanos del país vecino la necesidad de ver con reserva crítica las posibilidades de viajar a un México violento y desestabilizado, lo que, aunado a las explicables restricciones que a causa de la crisis deberán aplicar a sus hábitos de gasto, hará que disminuya notablemente el flujo de turistas gringos. Luego, en medio de sucesos sin explicación ni justificación en el consulado de Monterrey (días atrás, en un primer ataque, balas contra barandal y vidrios, más una granada que no detonó; ayer, disparos “en las inmediaciones”), ese gobierno anunció que suspenderá provisionalmente los trámites relacionados con la expedición de visas allí. El embajador de la Casa Blanca en México, Tony Garza, casado con la multimillonaria mexicana María Asunción Aramburuzabala (cuya fortuna se reparte entre la Cervecería Modelo y Televisa), ha sido eje central en la toma de esas decisiones que agregan presión a la administración calderonista de suyo suficientemente entrampada. Garza ha sido hasta ahora un aplicado ejecutante de las políticas intervencionistas que tanta fama turbia han dado a las representaciones diplomáticas de la ex potencia imperial en el mundo: conyugalmente interesado en los asuntos económicos del país, ha aprovechado la torpeza ejecutiva de los ocupantes actuales de Los Pinos para asomar cuantas veces ha querido al foro mediático, unas veces para felicitar o alentar determinados hechos que favorecen las políticas de su país, otras para deplorar lo que no le gusta o le afecta y, de vez en cuando, incluso para amenazar, como ahora que a propósito de los hechos violentos de Monterrey advierte que no quedarán impunes, como si a él o a su gobierno les correspondiera indagar y castigar los imprecisos acontecimientos de la capital de Nuevo León y no a las omisas y sumisas autoridades formales de México bajo cuya única jurisdicción quedarían esos raros atentados que, por lo pronto, han servido para que la potencia en declive apriete tuercas al calderonismo en los rubros del turismo y la migración legal. Todo, en las inmediaciones del desenlace petrolero.
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